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Mensaje por Arian Salwetiheckt Lun Feb 14, 2011 1:53 am

Suspirando se adentró al extraño edificio, una expresión hierática sobre su rostro. No comprandía por qué había aceptado esta propuesta, un enorme pesar sobre su alma al pensar lo que estaba a punto de hacer. ¿Qué pensaría Elle? Seguramente le reprocharía por sus acciones, ella jamás bebió sangre humana. Bueno, excepto la suya. El simple hecho de pensar en ello consiguió que se sonrojase, una pintoresca y jovialmente irónica risa distrayéndole. - ¡Tan bello en tu rubor, amigo mío! - Arian se vio obligado a girar su rostro hacia el alto y rubio varón. Le hacía gracia que nadia dudase de su nacionalidad, a él carcomiéndole. Sus agudas facciones se alejaban de aquellas de los estados, claramente europeas. Pero el americano siempre obviaba el tema al ser expuesto. Cosas de la vida. - Me dijiste que viniera, ¿no? - La grave voz no se elvó demasiado, la vergüenza del varón más que visible. Más aún se elevó su incomodidad al sentir la nivea y delgada mano de su huesped sobre su hombro, una amplia sonrisa en la extranjera faz. - ¡Oh, vamos! Solo busco agradecerte por tu moltísima ayuda. ¿Qué clase de hombre sería sino? - La sonrisa se expandió, mostrando unos pulquérrimos colmillos. - Dime, querido, ¿has reconsiderado la propuesta? - El rubor de sus mejillas aumentóm Arian negando efusivamente. - No, no, solo la primera y poco - La risa volvió a florecer mientras el hombre ordenaba que entrasen sus empleadas. - Huele, amigo mío, y escoge a tu gusto. Todo lo necesario corre a mi cuenta. - El joven vampiro titubeó, lentamente acercándose a las jóvenes humanas. - El cuello Arian, el aroma es más fuerte - Asintiendo, fue olisqueando levemente los cuellos de las jóvenes. Aromas de multitud de clases le invadieron, algunos dulces, inocentes y empalagosos; otros ágrios, lujuriosos y picantes. Notó como su boca salivaba ante la procesión olfática, mas ante todo la imagen de su amiga le reprochaba por sus necesidades. - Tómate tu tiempo, ellas no tienen nada mejor que hacer. - La voz jovial solo tensaba más aún su cuerpo, asemejándola al pecado susurrándole al oído.

Tras el último elixir, gruñó levemente al separarse y negó con la cabeza. - ¿Ninguna? - Arian volvió a negar, parte de él ansiando que se terminase aquella pesadilla. Alejándose de las mujeres, se situó a la par del huesped, mirándole de soslayo. Este presentaba un rostro contrariado, pensando efusivamente. - Eso supone un problema, ragazzo. - El joven alzó una ceja, temiendo la resolución. - Hay una más, aunque ciertamente es... - Mascó la palabra con cuidado. - bestial. - Giró la visa hacia el invitado, una sonrisa pícara dibujándose en sus labios. - Mi predilecta. - Sentenció, su risa nuevamente audible. - Ven, sígueme. - El joven no pudo hacer más que complacer al antiguo, sus movimientos elegantes y silenciosos. Viéndole de espaldas, sintió un leve escalofrío en su columna. Nunca había atisbado lo imponente que podía resultar. Sin embargo, ignorando este repentino ataque de miedo, se centro en cómo era llevado a través de cuantiosos pasillos, puerta tras puerta. Centrándose en el camino, decidió sus acciones. Tras ver a la última propuesta, la negaría y, agradeciéndoselo de corazón al señorito Lock, procedería a escapar de aquel infierno. Poco tras ese pensamiento, el susodicho se detuvo frente a una puerta. - Adelante, toda tuya. - Miró a Arian sonriente, casi maliciosamente. - Solo recuerdo que el que avisa no es traidor, querido amigo. - Y con eso dicho, desapareció de la escena, tan solo su risa permaneciendo.

Titubeantemente, Arian abrió la puerta. Solo tenía que entrar, disculparse por la intrusión y salir de allí despavoridamente. No le importa parecer estúpido si así lograba salir de aquella incómoda situación. Pero, para la suerte del joven, el aroma contenido en esta habitación resultó ser de lo más extraño y diferente. Anclado en posición, el joven ni pudo enfocar su vista en la procedencia de tal hedor. ¡Él tan solo había querido ser cortés!
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Mensaje por Iô Smári Miér Feb 16, 2011 8:51 pm

“Redobles de tambor. Africanos saltando en mi cabeza con sus pies llenos de sucio polvo. Gritos. Música que revienta mis tímpanos…¿Dónde cojones estoy? Vale, ya sé ¡ Puta resaca de mierda”

Rodando hasta el suelo, bajó de la cama envuelta en su colcha negra como única prenda cubriendo su desnudez. No recordaba nada de la noche anterior. Todo eran imágenes difusas, rostros desfigurados con lenguas de color verde. Reptando hasta el baño como una serpiente, se dejó caer sobre el bidé. Era incapaz de meterse en la bañera, el cuerpo le pesaba demasiado… ¿Sería la colcha?

Deshaciéndose por fin de ella, abrió el agua fría, aunque se arrepintió de ello enseguida-¡ Fuck!- Gritó tiritando. Los dientes le castañeaban de manera alarmante. Intentando poner a su neuronas a trabajar- o lo que quedaba de ellas-, respiró hondo varias veces antes de continuar con el baño. Quitándose a conciencia los restos de maquillaje, se aclaró con algo más de calma. Aún quedaban varias horas antes de que tuviese que disfrazarse. Complacer a palurdos sin autoestima. Sin el valor de enamorarse de una verdadera mujer.
El espejo le devolvió un reflejo de lo más decadente. Su aspecto estaba cada vez más desmejorado, no obstante, Iô, se limitó a encogerse de hombros. Morirse es exactamente lo que estaba buscando, por lo que, cuanto antes, mejor para ella.

Caminando desnuda por la habitación, buscó algo que ponerse. Lo primero era la ropa interior- todos los hombres son fetichistas de la lencería íntima, de las prendas de encaje-, decantándose por un conjunto rosa palo, encendió la cadena de la música. Tenía que calentar antes de entrar en materia; sino luego le dolería horrores la pierna.
Ejecutó los pasos básicos de street dance varias veces, sin embargo, enseguida lo dejó. Si sudaba tendría que volver a ducharse, volver a atinar de qué lado abrir el grifo para no helarse el culo, y la verdad, aún no estaba lo suficientemente despierta como para no equivocarse con algo tan simple.

Un vestido negro de palabra de honor completó su atuendo de mujer fatal. Recogiéndose el pelo en un moño, se fue a por la paleta de maquillaje, no obstante, tuvo que rebuscar varias veces por la habitación; con la resaca no conseguía recordar dónde demonios la había dejado anoche antes de salir a la fiesta de su primo, que, ahora que lo pensaba, no sabía si seguía con vida ¡ Bah! Ya le llamaría más tarde.

Arreglada, salió del cuarto con aire tranquilo. Sus pasos resonaban al ritmo de sus zapatos de aguja. Sacando la llave de su pequeño bolso de charol, abrió la sala donde realizaba sus servicios. Iô siempre había sido reacia a follar en su propio cuarto, pues aquel lugar era el único donde aún podía ser ella misma.
Sentándose sobre el diván, vio que solo tenía media hora para ponerse ciega. Para matar por completo la conciencia a la cual acababa de despertar. Haciéndose un peta, lo fumó con hastío. Estaba segura de que Jimmy había olvidado que ayer pasó la noche fuera, aunque, la verdad, al italiano le daba igual que la muchacha tuviese o no resaca. Para ese hombre los beneficios eran lo primero.

Sumida en su propio mundo, no se dio cuenta de que alguien había abierto la puerta, sin embargo, cuando logró enfocar la vista, no pudo evitar bufar enfadada ¿ Qué cojones de mierda de cliente era aquel tipo?
-Me encantaría saber por qué rayos he de atender a un cara de limón como tú. Tu aspecto me pone enferma, no obstante, como supongo que solo vienes a beber, que eres un jodido puritano de esos que cree que las putas son una enfermedad, seré mínimamente educada- Quitándose el vestido se quedó en ropa interior- Muerde donde te plazca, pero ni se te ocurra gemir cuando lo hagas... ¿Entendido?- Su jefe le iba a pagar esta con creces, vamos, ni de coña le perdonaba aquella encerrona- ¿A quién mierdas esperas, idiota? El espíritu santo no va a iluminarte- La impaciencia estaba sacándola de quicio. No recordaba haber estado así de enfadada nunca.

“ ¿ Por qué demonios me mira con miedo? ¡ Yo no soy la sanguijuela aquí, joder! Puto Jimmy…”

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Mensaje por Arian Salwetiheckt Vie Mar 11, 2011 2:14 am

Adentrándose en la habitación con miedo, no supo muy bien como reaccionar. Su fuero interno disputaba qué emoción escoger ante la situación. Podría perfectamente girarse, abandonar la habitación en un desdén cobarde y rastrero, pero entonces se vería descortés ante la insistencia de su amigo. También podría desatar su cólera, él no le había hecho nada a la señorita, y por mucho que detestase su empleo, ¿acaso no era ella la que decide rebajarse a tal nivel? Estúpida no parecía, ni mucho menos. También cruzó su mente el disculparse, no sabiendo muy bien por qué. Quizás él era la causa de que aquella desconocida tuviera enorme descontento, tal vez esperaba algo más que él. Aunque eso no era difícil de conseguir, si se era sincero. Suspirando con fuerza, se acercó a la muchacha, intentando cuanto podía no mirarla. Todo por respeto, mal cuerpo no presentaba. Mas admitía que la vergüenza le carcomía al posar sus labios sobre su cuello, cerca de la clavícula. No ansiaba dejar una gran marca, tampoco algo visible. No bebería demasiado, tal vez así evitaría que se crease un gran hematoma por la succión. Suficiente tenía con marcarla gracias a la dentada.

Con efímero cuidado, permitió que sus caninos rasgasen la nívea piel muy levemente, mas lo justo para poder absorber el necesario liquido. En realidad le repugnaba depender de tal alimento, pero sus ideales naturales no le permitían depender de la sangre animal tal y como hacía Elle. Él frecuentaba las donaciones sanguíneas, aquellas que peligraban por debilidad o caducidad. Esto suponía que su dieta fuera escasa, cerca a nula, pero sobrevivía en su carencia. No le costó amoldarse a ello, su convicción más rígida que su cuerpo. Sin embargo, su sorpresa fue inmensa ante el sabor que inhundó su paladar. Jamás hubo degustado tal manjar y, por un segundo, se maldijo por osar probarlo. ¿Por qué sentía un calor tan intenso apoderarse de su ser? Sintiendo una abrumadora fuerza en pecho, un ardor intenso en su garganta y una tensión inhumana en su mandíbula, se despegó de la joven con prisa, no logrando mirarle al hacerlo, un intenso jadeo resonando en su garganta. ¿Qué diantres acababa de suceder?

A unos metros de ella, agitó la cabeza con fuerza, forzándose a mirarla. - Per... Perdón. - Carraspeó con fuerza, su valentía disipada obligándole a guiar su mirada al suelo. - No sé qué me ha pasado, lo siento. - Suspirando con fuerza, intentó calmarse. No comprendía aquellos sentimientos, tampoco la necesidad que surcaba sus venas. Solo comprendía que necesitaba salir de allí, pero su cuerpo no estaba por la labor de moverse.
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Mensaje por Iô Smári Sáb Mar 12, 2011 5:04 am

“ La eternidad enlentece el pensamiento por lo que he podido observar. Puede que su físico se conserve, pero sus neuronas van marchitándose como rosas secas en un jarrón roto. No me gustan los vampiros.”

Al principio apenas notó el mordisco, sin embargo, a medida que iba succionando, sentía como su piel era magullada y estirada, no obstante, Iô, se mantuvo estática. No iba permitir que aquel hombre atisbase algo de debilidad en ella. A los ojos de los demás, ella era la mujer de hielo. Una mala mujer.
Ignorando el ruido que el bebedor de sangre profería al degustar su sangre ajada, la esencia de la que ella quería deshacerse, se centró en el ruido que la lluvia producía al golpear contra los amplios ventanales del cuarto. El sonido apenas la relajó, de hecho, el continuo goteo comenzó a exasperarla. Nunca había estado tan molesta en presencia de un cliente. Arian tenía algo que la sacaba de las casillas, mas aún no había descubierto qué demonios era- Mejor cállate- Masculló malhumorada- Yo te diré lo que te ha pasado- Encarándole, se puso de puntillas- Te has puesto cachondo- Rió divertida. Se lo iba a pasar en grande humillándole. Si alguien incumplía sus condiciones, pagaba por ello –No me mires así, es la pura verdad y lo sabes. Apuesto la hierba que me queda a que estás más empalmado que un soldado haciendo guardia- Centró su visión en aquel punto para hacerle sentir más incómodo- Pero no te preocupes, Jimmy, ya había pensado en eso- Su jefe siempre es muy generoso con sus “ amigos”. Empujándolo contra el diván, se sentó sobre él con un mohín provocativo. Era el momento de demostrar por qué ella era la mejor, por qué todos los hombres de la ciudad ansiaban su peculiar compañía.

-Relájate, querido- Bailando sobre él, observó cómo sus masculinas facciones iban tensándose, cómo la presión entre ambos cuerpos era creciente- ¡ Qué estúpido te ves con los ojos cerrados!- Rompió a reír. Nunca había visto a un hombre tan perdido. Realmente Arian estaba necesitado- ¿ No dices nada?- Someter a los demás a sus deseos era algo que la llenaba de sobremanera. Desde pequeña había tenido que cumplir las expectativas de los que la rodeaban, ser perfecta para el circo social que gobierna el mundo con su orquesta desafinada, mas, ahora que ha'bía tomado el control sobre su vida, iba a devolver a todos ellos, el dolor que le habían causado con sus exigencias- ¿Preparado?- Por muy desalmada que llegase a ser, Iô, no le iba a traumar demasiado, pues estaba segura de aquel hombre volvería, que sus ojos ocultaban deseos inconclusos ; confesiones que erizarían los pelos a cualquier pastor- Descuida, seré suave- Ella sabía hacer muy bien su trabajo. Deslizándose hacia abajo, quedó de rodillas frente a él. Sus ojos azules denotaban picardía, sabiduría erótica. La finesa no tardó en sacarle el cinturón, jugando con él durante escasos segundos, lo arrojó a algún lugar de la habitación. Los pantalones no tardaron en correr la misma suerte-Vaya…¡ Pero si yo tenía razón, mira como saluda!- Presionando la zona por encima de los bóxers, notó el calor que esta desprendía, lo que le resultó ligeramente excitante. Para qué mentir.

Quitándole la última prenda, lo observó temblar medio desnudo, mas no tardó en volver a centrarse en su tarea. Masajeando la zona con maestría, arrancó un par de gruñidos de los fruncidos labios de Arian ¡Realmente encantador! Sumando su boca al juego, lisonjeó la extensión con la humedad de su lengua. La presión de sus labios fue haciéndose cada vez más notable, sin ella proponérselo, estaba disfrutando con lo que hacía. Momentos antes de llegar a la cúspide del placer, se sentó de nuevo a horcajadas sobre él. Sus caderas mimetizaron un balanceo descontrolado, una danza que llevaban tiempo sin interpretar. Ofreciéndole su pecho para que la mordiese de nuevo, se reclinó hacia atrás para sentir el éxtasis en su plenitud. Segundos después, se levantó a por un cigarrillo. Ya había cumplido su cometido.

-¿Divertido, verdad?-Dándole una calada al pitillo, se sentó sobre la mesa con aire despreocupado, para Iô aquello no había tenido especial relevancia. Puede que hubiese disfrutado, que los gemidos de Arian sonasen provocadores, pero este tipo de nimiedades, solo hacen su trabajo más fácil.

“ Ale, ya puedes echarte a llorar, o salir corriendo como la nenaza que eres”

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Mensaje por Arian Salwetiheckt Mar Mayo 10, 2011 2:09 am

No supo exactamente qué sintió al sentirla sobre él, mas cerró los ojos temiendo no saberlo. ¿Acaso era esto normal? Él incomprendía las sensaciones, habiéndose reprimido de todo instinto parecido y no puro, tal y como los denominaba ella. Y en ese instante, esa niña, o mejor calificada como diablo antropomorfo, le hacía sentir todo aquello que hubo podido sentir en su humanidad hacia el cuerpo de su rendición. ¡Maldita fuera! Suspirando con fuerza, esperó a que todo terminase. A que la humana se riera de su persona y le permitiera escapar con algo de dignidad, por poca que le puediera quedar. Él sabía que era un monstruo, mas no necesitaba recordatorio. Creanlé, hacía buena tarea el recordárselo a diario cada vez que observaba su reflejo en alguna superficie. Tiritó al ser desnudado, sintiéndose cohibido, atemorizado, respugnado y, aunque jamás lo admitiría, excitado ante la situación. Su fuero interno un verdadero hervidero entre placer y desdicha. Sentirla tocarle causó que echase la cabeza para atrás, un gruñido profundo en lo más hondo de su garganta, pero continuó con los ojos cerrados. Tal vez si no lo veía, si no reaccionaba como la joven ansiaba, parase. ¡Cuánta la inocencia de su mente! La humedad obligó que abriera los ojos de golpe, costosamente controlando los sonidos que su cuerpo ansiaba producir ante el placer, sus puños cerrados con fuerza ante el esfuerzo que ello tomaba de él. No comprendió por qué mordió el pecho ofrecido, tampoco el porqué de su repentina perdición, mas, una vez terminado, el arrepentimiento del instante tomó su mente y alma. ¿Qué acababa de hacer? ¡Maldito fuera este asqueroso mundo y su estúpida impotencia para detenerlo!

Levantándose de golpe, se viste sin prestar atención a detalles, el cinturón quedando en una esquina de la habitación que ni se molestó en mirar. Solo quería irse de allí, desaparecer y no volver a ese estúpido lugar. ¿Por qué había aceptado de todas formas? ¿Acaso el trato cordial lograba llevarle a algún lugar? Iluso, esa era la única palabra que podía describirle. Saliendo de la habitación, farfulló malhumorado una despedida, casi un gruñido. Daba igual lo que la humana pensase, no volvería a verla con suerte. Repitiendo el proceso a la inversa, no tardó en hallarse a la entrada del local, su mano en la puerta, a escasos centímetros de la libertad. - ¡Ragazzo! - La nívea mano de James cirniéndose sobre su hombro, tirando de él hacia otra estancia. - ¿No te irás a ir tan rápido? ¡Dónde quedan tus modales! - Logró ver una irónica sonrisa en su rostro, apretándose el puente de la nariz nada más ser soltado. - Lo siento, tengo prisa. Como comprenderás trabajo. - El americano profirió una profunda risa, sentándole en uno de los taburetes del lugar. - Oh vamos, pequeño, ¿vas a privarme de tu presencia? ¿A mí? ¿Tu querido amigo? - La intensa y gélida mirada logró cautivarle durante un instante, una escalofrío recorriéndole y, tras un gran suspiró, negó con la cabeza, apoyándose sobre la barra. - Así me gusta. - La sonrisa satisfactoria fue seguida por un ágil y elegante movimiento de mano, dos copas enseguida servidas frente a ellos. - Feroz, ¿verdad? - Arian se limitó a tragar el contenido del recipiente de un trago, ignorando el qué era y asintiendo a desgana. - Vamos, a todos nos gustan las fieras. - Su risa solo logró enfurecerle más, gruñendo levemente. - Gustar y querer son dos cosas, Jimmy. - Una mirada de soslayo le bastó para cercionarse de la felicidad del vampiro, regodeándose en su propio egocentrismo. - Pero te gustó. Perfecto. - Y, tan pronto como iba a responder a tal suposición, le golpea nuevamente ese aroma estupefaciente, logrando que tensase la mandíbula con extrema fuerza. - ¡Ah! Iô, ven, bebe con nosotros. - La sonrisa del huesped solo aumenta ante la situación, palmeando el asiento entre ambos vampiros. Arian no alzó la mirada de su copa, viendo como el líquido volvía a poblarla, bebiendo el contenido nuevamente de un simple trago. Fuera lo que fuese, lo iba a necesitar.
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Mensaje por Iô Smári Jue Mayo 12, 2011 12:45 am


“No sé quién fue el gilipollas que escribió en alguna parte que a los hombres les gusta el sexo, que solo piensan en él a todas horas. Los años que llevo trabajando como prostituta me han demostrado lo contrario, la mayoría, en sus peculiares visitas solo buscan compañía, alguien que les quiera, que les aprecie tan cual son ¡Ilusos! No obstante, este hombre es una excepción, este vampiro es la clase de caballero con el que todas las mujeres sueñan, bueno, todas menos yo. A mí me importa un jodido rábano el amor y sus variantes. Mejor sola que mal acompañada…”

Aún desnuda, se muerde los labios, saboreando la pasión que antes la ha recorrido, sus piernas aún tiemblan ante la sensación, sin embargo, está segura que todo es debido al efecto de las drogas, a saber a ciencia cierta que aquel hombre no ha tenido más experiencia que la que ella le ha propiciado; a Iô le produce una macabra satisfacción haber corrompido a alguien, mas los remordimientos no tardarán en llegar. A ningún ser humano le gusta ensañarse con otro sabiendo que lo hace por mero despecho, porque antes le fustigaron a él con el mismo látigo de pinchos. Encendiéndose otro cigarrillo, se va a por una de las botellas que guarda en el mini bar, el alcohol será el cierre de la noche, pues no piensa trabajar más, por hoy ya ha hecho suficiente. La ginebra recorre su garganta a velocidad acelerada, sus pupilas se dilatan por la droga aspirada, no obstante, la extraña sensación sigue ahí, golpeándola con una fuerza indescriptible. Vistiéndose, baja al bar con la botella en mano, seguro que ahí encuentra la distracción que necesita. Por el camino se encuentra con varias de sus compañeras, a las cuales ni saluda. Ninguna podrá alcanzar su puesto jamás, ninguna podrá ser una muñeca rota como lo es ella.

Al entrar en la estancia, se vio obligada a ocultar un mohín molesto… ¿Por qué seguía aquel gilipollas ahí? Suspirando, se entregó a la ginebra con más pasión que nunca. El alcohol es el único capaz de producir ceguera a un ritmo asombroso. Siguiendo las órdenes de su querido jefe, se sienta entre ambos con su habitual sonrisa endemoniada. Aún no ha acabado su turno- ¿Disfrutando de la noche, jefe?-Inquiere con diversión antes de besarle, de dejar que la toque de forma poco ortodoxa enfrente de todos- Interesante- Murmura antes de vaciar el contenido de la botella- Yo también tomaré uno de esos- Señala los vasos de los varones, y sin pedir permiso, se los bebe- ¡Delicioso!- Su exclamación se ve incrementada al notar la mano de Jimmy acariciar la cara interior de sus muslos. Gimiendo de forma leve, suspira contra sus labios con los ojos cerrados- Estás siendo maleducado, querido- Mordiendo su mejilla, se ríe de forma cantarina- Los invitados, primero- Dirigiéndose a Arian, le propicia un beso húmedo, lleno de rencor. Ningún hombre se ha resistido jamás a ella, sin embargo, él se fue, él la dejó desnuda sin ni siquiera mirarla. Debía pagar por ello. Sentándose sobre él, abre su camisa de un tirón, varios botones caen al suelo. Esta fue la señal para que todo el mundo se largase; no había nada que mirar. Siguiendo con el juego, muerde su pecho, hasta pararse en el botón de sus pantalones- ¿Eres celoso?- Pregunta antes de hacer lo mismo con Jimmy, mas con él es menos delicada, con él lo todo de forma mecánica, estudiada- ¡ Estupendo, entonces!- Sus dientes desabrochan la prenda que sobraba, volviendo a sentarse a horcajadas sobre el forense, le lame la mejilla- Vamos, no te hagas el duro conmigo- Mordisqueando el lóbulo de su oreja, torció una sonrisa-Sé que me deseas- No está segura de sus palabras, pero es algo, que solo Iô sabe. Encarando a Jimmy, le acerca a ella con toda la fuerza que posee, el beso es sucio, lleno de un desprecio que solo puede ser expresado con caricias. No le odia, sin embargo, cada vez que están juntos, ella pierde una pieza de su humanidad, una mota de su escasa integridad- ¿Sabes, Arian? Eres realmente un hombre afortunado, cualquiera pagaría por estar ahora mismo en tu posición- guiñándole un ojo, besa su cuello de forma suave, tentadora, no obstante, enseguida se separa, el siguiente paso ha de darlo él. Tampoco vuelve a tocar a su jefe, ella es puta, pero no por ello una mujer fácil. El dinero no cambia nada para Iô, pues no lo necesita. La muerte no puede ser comprada, menos el destino, el azar que mueve el mundo de forma lánguida, irritante para aquellos que se obnubilan en sus brazos crueles, despiadados.

“ Me pregunto si esto es realmente lo que quiero, si no está mal hacer sufrir a alguien de esta manera, no obstante, supongo que no pagan por pensar, por lo que, hasta mañana, querido cerebro.”


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